A menos de un año para las elecciones generales de 2025 en Bolivia, el mapa político comienza a redefinirse con señales claras de transformación. Las últimas encuestas muestran un escenario electoral altamente competitivo en el que los bloques tradicionales están perdiendo terreno y la derecha política aparece con posibilidades reales de retornar al poder tras casi dos décadas de predominio del Movimiento al Socialismo (MAS).
Las encuestas sobre preferencia electoral indican una transformación en la disposición del electorado. Diferentes líderes de la oposición, previamente reducidos a un rol menor en la política del país, están adquiriendo protagonismo y obteniendo apoyo en áreas urbanas, sectores de clase media y jóvenes desilusionados con el manejo político del partido gobernante. Este cambio marca el inicio de una nueva etapa en la escena electoral de Bolivia.
Entre las figuras que comienzan a perfilarse con opciones competitivas se encuentran políticos con trayectoria como Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga. Aunque ninguno ha confirmado oficialmente su candidatura, ambos están siendo evaluados por sectores empresariales, conservadores y moderados como opciones viables para encabezar una alternativa que pueda disputar la presidencia frente al MAS, ya sea con Evo Morales o Luis Arce como candidato.
El ascenso de una nueva derecha no se manifiesta de forma uniforme, sino que reúne diversas corrientes que abarcan desde un conservadurismo clásico hasta enfoques más liberales en lo económico y moderados en lo social. No obstante, lo que comparten es un discurso que se opone al modelo estatal defendido por el MAS, poniendo especial atención en la recuperación institucional, la inversión privada, la lucha contra la corrupción y una ampliación del acceso al mercado internacional.
El agotamiento del oficialismo, que ha estado en el poder la mayor parte del siglo XXI, parece estar cobrando su precio. La lucha interna entre el presidente Luis Arce y el líder histórico Evo Morales ha acentuado las divisiones dentro del MAS, debilitando su unidad y presentando al electorado una imagen de desunión e incertidumbre. Asimismo, elementos como la ralentización económica, la falta de dólares, las manifestaciones laborales y la creciente desconfianza hacia las instituciones contribuyen a debilitar su base de apoyo.
En este contexto, las encuestas revelan que una parte significativa de la ciudadanía está dispuesta a considerar opciones fuera del oficialismo, incluso aquellas vinculadas con la derecha, que en el pasado no lograron consolidar una propuesta sólida frente al MAS. Los nuevos liderazgos opositores han comprendido que, para crecer, deben ampliar su alcance más allá de sus bastiones tradicionales y conectar con demandas sociales concretas como empleo, seguridad, educación y servicios públicos eficientes.
Analistas políticos señalan que el panorama aún es muy dinámico y que cualquier proyección debe tomarse con cautela. No obstante, reconocen que el avance de la derecha en las encuestas marca un hito tras años de hegemonía del MAS, y representa una advertencia para el oficialismo, que deberá replantear su estrategia si quiere retener el poder en 2025.
La clave, para todas las fuerzas políticas, será su capacidad de conformar alianzas amplias y creíbles. Ningún candidato parece estar cerca de lograr una victoria en primera vuelta, lo que hace prever una elección reñida, posiblemente con segunda vuelta, donde la polarización y los pactos de último momento jugarán un papel decisivo.
Bolivia avanza hacia unas elecciones llenas de incertidumbre, en las que el sufragio de los ciudadanos podría cambiar no solo la distribución del poder, sino también la dirección del país en los años venideros. La probabilidad de que la derecha regrese al Palacio Quemado, después de casi dos décadas de ausencia, ha dejado de ser una simple especulación y se ha convertido en una posibilidad cada vez más real en el panorama político nacional.