Ataques de pánico: claves para entenderlos y controlarlos

https://www.consumer.es/app/uploads/2022/05/sintomas-ataque-panico.jpg

Los episodios de pánico son eventos repentinos e intensos de miedo o malestar agudo que alcanzan su pico en cuestión de minutos. Se distinguen por la aparición inesperada de síntomas físicos y mentales sin una razón clara o desproporcionados a la circunstancia actual del individuo. Normalmente, estos episodios ocurren sin previo aviso, lo que incrementa el miedo y la confusión de quienes los padecen.

Un ataque de pánico puede incluir manifestaciones como palpitaciones, sudoración, temblores, sensación de ahogo o falta de aliento, dolor en el pecho, náuseas, mareo, escalofríos o sofocos. Desde el punto de vista psicológico, es común sentir temor a perder el control, a volverse loco o incluso a morir. Algunos individuos pueden describir una sensación de irrealidad, conocida como desrealización, o una sensación de extrañeza consigo mismos, denominada despersonalización.

Los estudios pioneros sobre crisis de pánico datan de mediados del siglo XX, aunque textos médicos antiguos ya incluían algunas descripciones. Hoy en día, los expertos coinciden en que es un trastorno bastante común: se calcula que entre el 2% y el 3% de las personas en el mundo vivirá al menos un episodio de pánico a lo largo de su existencia, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.

Factores de riesgo y causas

El origen de los ataques de pánico suele ser multifactorial. Entre las causas principales se encuentran factores genéticos, desequilibrios neuroquímicos (como alteraciones en la serotonina o el ácido gamma-aminobutírico), antecedentes de estrés o trauma, además de factores de personalidad y aprendizajes previos.

Algunos estudios de genética sugieren que quienes tienen familiares directos con trastornos de ansiedad presentan mayor probabilidad de desarrollar ataques de pánico. En otras ocasiones, el inicio de la sintomatología coincide con situaciones de cambios vitales significativos, como mudanzas, rupturas emocionales, eventos traumáticos o la aparición de enfermedades graves.

En el ámbito sociocultural, la presión laboral, la competitividad y la falta de espacios de autocuidado pueden favorecer la aparición de crisis de ansiedad, incluyendo los ataques de pánico. El consumo de sustancias estimulantes como la cafeína, la nicotina o ciertos medicamentos también puede actuar como desencadenante.

Distinción entre crisis de pánico y trastorno de pánico

Un ataque de pánico corresponde a un episodio breve de miedo intenso y agudo. No obstante, si estos episodios ocurren repetidamente y la persona vive con constante temor de volverlos a sufrir, puede surgir lo que se denomina trastorno de pánico. En dicha situación, la preocupación por potenciales ataques lleva a modificaciones importantes en el comportamiento, incluyendo evitar situaciones o lugares donde previamente ocurrió una crisis, causando aislamiento y un deterioro en la calidad de vida.

Por ejemplo, el caso de Lucía, una universitaria de 24 años, muestra cómo después de varios episodios de ansiedad en el transporte público, empezó a evitar salir de su hogar por temor a tener otra crisis, lo cual afectó su rendimiento tanto en los estudios como en su vida social.

Cómo controlar los ataques de pánico

La gestión de los ataques de pánico requiere tanto tácticas inmediatas como a largo plazo. Es crucial entender que el temor intenso no se alinea con una amenaza verdadera, incluso cuando los síntomas físicos y mentales son agobiantes.

Estrategias inmediatas durante un ataque: – Respiración consciente: una de las herramientas más eficaces es practicar la respiración diafragmática. Inspirar lenta y profundamente por la nariz, sostener el aire unos segundos y exhalar de manera pausada ayuda a disminuir la hiperventilación y controla la sensación de ahogo. – Técnicas de conexión con el entorno: observar objetos concretos, describir detalles o tocar superficies frías puede ayudar a romper la espiral de pensamientos negativos, facilitando el retorno a la calma. – Aceptación del momento: admitir que se atraviesa un ataque de pánico y recordar que los síntomas desaparecerán por sí solos reduce la angustia. Frases como “esto es temporal” o “no es peligroso” pueden emplearse como mantra para tranquilizarse.

Estrategias preventivas y a largo plazo:- Psicoterapia cognitivo-conductual: considerada el tratamiento más efectivo, permite identificar y modificar pensamientos distorsionados sobre el pánico y el miedo a los ataques. El aprendizaje de habilidades para afrontar las situaciones temidas reduce la frecuencia y la intensidad de los episodios. – Entrenamiento en relajación: incluye ejercicios de mindfulness, meditación guiada y técnicas de relajación muscular progresiva, que contribuyen a aumentar la tolerancia al malestar y disminuir la ansiedad basal. – Medicamentos: en algunos casos, se recurre a fármacos como ansiolíticos o antidepresivos bajo supervisión médica, principalmente cuando los ataques son incapacitantes o no ceden con la psicoterapia. – Hábitos de vida saludables: mantener una rutina regular de sueño, alimentación equilibrada y actividad física moderada disminuye la activación del sistema nervioso y ayuda a controlar el estrés diario.

Importancia del apoyo social y educativo

El estigma alrededor de los problemas de salud mental puede impedir que las personas busquen ayuda. Es vital promover una cultura de comprensión y respeto, donde la persona que experimenta ataques de pánico sienta confianza para compartir su situación con familiares, amigos o en su entorno laboral y académico.

Los grupos de apoyo y las campañas informativas han demostrado ser recursos valiosos para reducir la desinformación y motivar a quienes atraviesan por esta experiencia a pedir ayuda. Según estudios realizados en universidades españolas, el acompañamiento emocional y las actividades de sensibilización disminuyen el aislamiento y la autoexigencia excesiva, factores que perpetúan la ansiedad.

Perspectivas sobre el futuro de la intervención en ataques de pánico

A medida que avanza la investigación, empiezan a surgir nuevas terapias y tecnologías digitales orientadas a la detección temprana y al manejo personalizado de los ataques de pánico. Aplicaciones móviles, programas de realidad virtual y sesiones psicoterapéuticas a distancia constituyen opciones emergentes que facilitan el acceso a herramientas de autocuidado y apoyo profesional, especialmente en zonas rurales o en poblaciones con menor disponibilidad de especialistas.

El entendimiento de los ataques de pánico como una condición que se puede tratar y que es común ha ayudado a eliminar mitos dañinos, promoviendo intervenciones más efectivas y humanas. La clave reside en la combinación de información precisa, estrategias personalizadas y la creación de ambientes sin prejuicios. La incorporación de todos estos métodos representa una oportunidad alentadora para aquellos que enfrentan el reto de vivir con ataques de pánico, indicando el camino hacia una mayor autonomía y salud psicológica.

Por: Pedro Alfonso Quintero J.

Entradas relacionadas