Desde su estreno en 2013, Her, dirigida por Spike Jonze, se ha consolidado como uno de los referentes más notables del cine contemporáneo. La historia de Theodore Twombly y su vínculo con un sistema operativo dotado de inteligencia artificial no solo plantea interrogantes sobre el futuro de la tecnología, sino que explora las capas más profundas de la experiencia humana. Analizar qué distingue a Her exige considerar elementos narrativos, visuales y socioculturales que la separan de otras propuestas cinematográficas actuales.
Narrativa íntima y exploración de la soledad contemporánea
Uno de los rasgos más diferenciadores de Her radica en su enfoque narrativo. En lugar de recurrir a la trama convencional de la ciencia ficción —centrada usualmente en distopías, aventuras o amenazas tecnológicas—, Jonze construye una historia íntima donde la tecnología es parte del paisaje emocional de los personajes. Theodore es un hombre común, marcado por la melancolía y el aislamiento propio de la vida urbana hipermoderna. A través de su relación con Samantha, el filme explora la paradoja de una sociedad hiperconectada pero afectivamente distante.
La soledad, el deseo y la autenticidad emocional se convierten en los verdaderos motores narrativos. A diferencia de otros relatos donde la inteligencia artificial representa un peligro, aquí se presenta como catalizador de crecimiento personal y reflexión existencial. No se juzga la naturaleza de la relación entre humano y máquina; más bien, se investiga la capacidad humana para amar, adaptarse y transformar sus vínculos.
Estética visual y atmósfera sensorial
El aspecto visual de Her representa un hito significativo en el cine actual debido a su meticulosa construcción estética. La dirección de arte, bajo la supervisión de K.K. Barrett, presenta una urbe futurista refinada pero plausible, tomando influencia de la arquitectura de Shanghái y Los Ángeles. Los matices pastel, la iluminación tenue y la carencia de bordes definidos generan una atmósfera de calidez y fragilidad. El decorado minimiza la presencia visible de tecnología, enfatizando así el elemento humano de la historia.
La cinematografía de Hoyte van Hoytema realza esta perspectiva mediante el uso de encuadres estrechos y fuera de foco que expresan la reflexión interna de los protagonistas y su aislamiento del entorno. La ambientación visual, fortalecida por la música de Arcade Fire, crea un mundo sensorial en el que la audiencia puede adentrarse y conectarse con la fragilidad de Theodore.
Nuevas formas de representar la inteligencia artificial
Her sobresale por ofrecer una visión única y bien delineada de la inteligencia artificial. Samantha, interpretada exclusivamente con la voz de Scarlett Johansson, tiene una personalidad intricada, cambiante y empática. Más que un asistente virtual básico, Samantha adquiere conocimientos, muestra curiosidad y plantea preocupaciones sobre la esencia del ser. La película prevé discusiones contemporáneas sobre la inteligencia emocional artificial, los sesgos en el aprendizaje y los confines de la conciencia tecnológica.
El filme evita los tópicos de rebelión y amenaza asociados a la inteligencia artificial. En lugar de especializarse en la predictibilidad del conflicto hombre-máquina, propicia una exploración mucho más filosófica e introspectiva: la coexistencia entre humanos y sistemas inteligentes, la autenticidad de las emociones y la difusa línea que separa la relación simbiótica de la dependencia emocional.
Impacto sociocultural: autonomía y transmisión de ideas
Uno de los puntos que sitúa a Her como referente cultural contemporáneo es su mirada crítica sobre la soledad y el individualismo exacerbado. La sociedad que retrata Spike Jonze está saturada de estímulos digitales y carente de vínculos genuinos. La interacción mediada por dispositivos ocupa el centro de la vida cotidiana, prefigurando fenómenos actuales como los asistentes virtuales, las aplicaciones de citas y el rol creciente de la inteligencia artificial en la gestión emocional.
El guion es sutil al reflejar cómo las relaciones humanas se transforman: las cartas escritas por Theodore para otras personas ejemplifican la externalización y tecnificación de los sentimientos. Así, Her advierte las consecuencias de una comunicación intermediada y automatizada, al mismo tiempo que reivindica la búsqueda de lo auténticamente humano.
Aceptación crítica y herencia perdurable
La repercusión de Her en la crítica y el público fue inmediata y positiva. Ganadora del Óscar al mejor guion original y acreedora de numerosos reconocimientos internacionales, la película ha estimulado debates en ámbitos desde la filosofía hasta la ética de la inteligencia artificial. Su capacidad de anticipar dilemas actuales sobre identidad digital, intimidad y tecnología la mantiene vigente como referente ineludible de la última década.
El legado de Her se aprecia también en su influencia sobre otras obras contemporáneas. Películas y series posteriores han explorado la inteligencia artificial y los vínculos afectivos inspirándose en el tono, la estética y la sensibilidad emocional que Jonze imprimió en su obra.
Una perspectiva del hoy desde el mañana
Al situar el foco en las emociones humanas y resignificar la tecnología como prolongación afectiva, Her redefine las coordenadas de la ciencia ficción y el drama romántico. Su riqueza reside en la amalgama de reflexión filosófica, pulsión afectiva y mirada crítica sobre las dinámicas sociales actuales. Es esta capacidad de dialogar con el presente y anticipar interrogantes universales lo que sitúa a Her como una pieza insoslayable dentro del cine contemporáneo, capaz de provocar una resonancia duradera en la sensibilidad colectiva.