El 2025 se presenta como un año crucial para Bolivia, no solo por las elecciones presidenciales que definirán el rumbo del país, sino por la intensa pugna interna que vive el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido gobernante desde 2006. Lo que debería ser una ruta hacia la continuidad del proyecto político se ha convertido en un campo de batalla entre dos visiones enfrentadas: la del presidente Luis Arce, que busca la reelección para consolidar su propio liderazgo, y la de Evo Morales, el líder histórico del MAS, que pretende imponer un candidato más alineado con su influencia dentro del partido.
El duelo Arce vs. Morales: Una lucha por el control del MAS
Luis Arce, quien asumió la presidencia en 2020 tras la crisis política que siguió a la renuncia de Morales, ha intentado distanciarse del liderazgo de su antecesor. Su gestión se ha centrado en mantener cierta estabilidad económica, aunque con crecientes dificultades, y en construir una imagen propia dentro del MAS. Sin embargo, Evo Morales, desde su posición como jefe máximo del partido, sigue ejerciendo un poder decisivo en las bases sindicales y campesinas, especialmente en regiones clave como el Chapare.
Morales no ha ocultado sus ambiciones de volver a influir directamente en el gobierno, ya sea a través de un candidato afín o incluso mediante una posible postulación propia, pese a los obstáculos legales y políticos que esto implicaría. Esta tensión ha generado dos facciones claras dentro del MAS: los «arcistas», que apoyan al presidente en funciones, y los «evistas», fieles al expresidente.
Escenarios críticos: ¿Hacia la fractura del MAS?
La pelea por la candidatura presidencial podría desencadenar varios escenarios de alta conflictividad:
-
Elecciones primarias violentas: Si el MAS opta por un proceso interno para definir su candidato, los enfrentamientos entre sectores «arcistas» y «evistas» podrían escalar, incluso con choques físicos en asambleas o movilizaciones callejeras.
-
Fractura definitiva del partido: Si una de las facciones se siente marginada, podría escindirse y formar un nuevo movimiento político, debilitando electoralmente al MAS y alterando el panorama político boliviano.
-
Acusaciones de fraude y protestas: Cualquier resultado que beneficie a un bando sobre otro podría ser cuestionado, llevando a denuncias de manipulación y posible intervención de órganos electorales, con el riesgo de desestabilización social.
La oposición: Oportunidad perdida por falta de unidad
Mientras el MAS libra su batalla interna, la oposición política no logra capitalizar el descontento ciudadano. Figuras como Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y nuevos actores emergentes siguen compitiendo entre sí, sin lograr articular una alternativa sólida.
-
Carlos Mesa, representante de una centroizquierda moderada, carece del carisma para movilizar a las bases.
-
Luis Fernando Camacho, símbolo de la derecha regional, enfrenta desgaste por acusaciones de corrupción y su estilo confrontacional.
-
Nuevos liderazgos, aunque con discursos renovadores, no han conseguido consolidar una estructura nacional.
Esta fragmentación beneficia al MAS, que, a pesar de sus divisiones, sigue siendo la fuerza mejor organizada del país. Sin embargo, si la oposición lograra unirse en torno a un candidato único, podría aprovechar la crisis del oficialismo.
Elecciones en medio de la incertidumbre
El 2025 electoral en Bolivia estará marcado por la lucha interna del MAS y la incapacidad de la oposición para presentar un proyecto convincente. El riesgo de violencia política, fracturas partidarias y polarización es alto, especialmente si el oficialismo no resuelve sus tensiones de manera pacífica.
En este escenario, los votantes podrían enfrentarse a una disyuntiva compleja: optar por un MAS dividido pero con arraigo popular, o dar una oportunidad a una oposición que aún no demuestra capacidad de gobernanza. Sea cual sea el resultado, Bolivia se encamina hacia un proceso electoral que podría redefinir su futuro político en medio de profundas divisiones.