El narcotráfico y la militarización del Chapare

El narcotráfico y la militarización del Chapare

El posible retorno de Evo Morales a la política activa en Bolivia ha reavivado las tensiones en el Chapare, una región históricamente vinculada al cultivo de coca y al narcotráfico. Este territorio, que fue bastión político de Morales durante su presidencia (2006-2019), enfrenta hoy una compleja crisis marcada por el aumento de los cultivos ilícitos, la presión internacional y el creciente rol de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico.

Expansión de los cultivos de coca

Según datos oficiales y organizaciones internacionales, los cultivos de coca en el Chapare han aumentado en un 50% desde 2020. Aunque el gobierno boliviano insiste en que la mayoría de esta producción es para uso tradicional, organismos como la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) advierten que una parte significativa se desvía hacia el narcotráfico.

La política de «coca sí, cocaína no», impulsada por Morales, permitió la expansión de cultivos legales, pero la falta de controles efectivos ha facilitado su explotación por parte de cárteles. La demanda internacional de cocaína, especialmente desde Europa y Asia, ha incentivado a los grupos criminales a aumentar su presencia en la zona.

Presión de Estados Unidos y el fantasma de la DEA

Estados Unidos ha incrementado su presión sobre Bolivia debido al repunte del narcotráfico. Durante el gobierno de Jeanine Áñez (2019-2020), se restablecieron relaciones con Washington, pero con el retorno del MAS al poder, la cooperación antinarcóticos se ha vuelto más tensa.

Ahora, con Morales en el escenario político, hay rumores de que EE.UU. podría exigir el retorno de la DEA (Drug Enforcement Administration), expulsada en 2008 bajo acusaciones de injerencia política. Sin embargo, esta posibilidad genera divisiones: mientras algunos sectores ven necesaria la ayuda externa para combatir el crimen organizado, otros la rechazan por considerarla una amenaza a la soberanía nacional.

Violencia y militarización: Narcos vs. Fuerzas Armadas

El Chapare se ha convertido en un campo de batalla entre grupos narcotraficantes y las Fuerzas Armadas bolivianas. En los últimos meses, se han reportado enfrentamientos armados, emboscadas y asesinatos selectivos. Las facciones criminales, antes aliadas a políticos locales, ahora operan con mayor autonomía y poder de fuego.

El gobierno ha respondido con un incremento de la presencia militar, pero esta estrategia ha generado críticas. Organizaciones de derechos humanos denuncian excesos en los operativos, incluyendo detenciones arbitrarias y violencia contra comunidades campesinas. Además, hay sospechas de infiltración del narcotráfico en las filas castrenses, lo que dificulta la efectividad de las intervenciones.

El rol de Evo Morales y la incertidumbre política

Evo Morales, líder histórico del Movimiento al Socialismo (MAS), sigue siendo una figura clave en el Chapare. Su posible candidatura en 2025 podría redefinir la política antidroga del país. Si bien en el pasado promovió la legalización del cultivo de coca, ahora enfrenta el desafío de contener la violencia sin perder apoyo en su base social.

Algunos analistas sugieren que, de regresar al poder, Morales buscaría un equilibrio: mantener la alianza con los cocaleros mientras intensifica la lucha contra el narcotráfico para evitar sanciones internacionales. Sin embargo, otros temen que su retorno profundice la polarización y la inestabilidad.

Un futuro incierto para el Chapare

El Chapare está en una encrucijada. Por un lado, el narcotráfico sigue creciendo, alimentado por la demanda global y la debilidad institucional. Por otro, la militarización y la presión internacional podrían desencadenar más violencia.

El 2025 será un año decisivo para Bolivia. El posible retorno de Morales, las tensiones con EE.UU. y la guerra entre narcos y militares definirán si el país logra controlar la crisis o si el Chapare se consolida como un territorio dominado por el crimen organizado. Mientras tanto, la población local queda atrapada en medio del conflicto, pagando el precio de una guerra que parece no tener fin.

Por: Pedro Alfonso Quintero J.

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