En Bolivia, el hábito de lectura integra la apreciación de obras clásicas con un interés creciente en autoras y autores actuales. En ciudades como La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, durante 2024-2025, se observa que las librerías, ferias del libro, bibliotecas académicas y plataformas digitales muestran una inclinación hacia trabajos que tratan temas de identidad, memoria histórica, violencia política, extractivismo y cambios en áreas urbanas y rurales. Este panorama lector es relevante porque indica cuáles referencias culturales están influyendo en el debate público y en el sector editorial del país.
La tendencia actual muestra un equilibrio entre canónico y emergente. Los clásicos siguen en circulación por su presencia en programas académicos y constantes reediciones, mientras que las nuevas voces atraen a lectores jóvenes con propuestas formales y temas que dialogan con la globalización, la tecnología y las agendas de género.
Entre los escritores clásicos más mencionados sobresale Alcides Arguedas, cuya obra Raza de bronce (1919) sigue siendo fundamental para comprender las manifestaciones de la problemática indígena y los conceptos de nación. Su relevancia se mantiene gracias a su presencia en programas educativos y a análisis críticos que renuevan su interpretación.
Además, continúa siendo relevante Adela Zamudio, pieza clave en la poesía y en el pensamiento feminista. Sus escritos y composiciones son estudiados en antologías escolares y en discusiones sobre ciudadanía y derechos de las mujeres, ampliando su impacto a través de generaciones.
El emblemático escritor Jaime Sáenz conserva admiradores constantes gracias a Felipe Delgado y su obra tanto en poesía como en narrativa, las cuales investigan la noche en La Paz, la soledad y lo místico. Su legado se refleja en jóvenes narradores y narradoras que adoptan su estilo urbano y marginal.
Por su parte, Marcelo Quiroga Santa Cruz continúa sumando lecturas con Los deshabitados, obra clave para entender los cruces entre ficción política, memoria y rupturas del siglo XX boliviano. Estas relecturas no son solo históricas: alimentan discusiones sobre educación, patrimonio y democracia.
En el presente, varias voces contemporáneas concentran atención sostenida. Edmundo Paz Soldán circula en universidades y catálogos internacionales con novelas y cuentos que investigan la relación entre política, memoria y tecnología, conectando historia regional con redes globales.
Rodrigo Hasbún llega a un público tanto joven como adulto a través de relatos personales que exploran dinámicas familiares y herencias de tiempos pasados, frecuentemente traducidos y exhibidos en eventos literarios.
La narrativa de Liliana Colanzi —que fusiona lo común con lo maravilloso— consolida un público lector tanto a nivel nacional como internacional; sus cuentos son frecuentes en clases de narrativa actual y en colecciones latinoamericanas.
De igual manera, Giovanna Rivero gana notoriedad al combinar el realismo con aspectos fantásticos, visión de género y una sensibilidad hacia lo urbano y lo amazónico, extendiendo la variedad de temas y entornos.
A la par, una generación emergente de narradores, poetas y ensayistas gana lectores en sellos independientes, revistas culturales y ferias universitarias. Este circuito, reforzado por clubes de lectura y redes sociales, diversifica el catálogo disponible y facilita el descubrimiento de nuevas firmas.
En lo que respecta a las obras con más difusión, se identifican elementos comunes en varios ámbitos: Raza de bronce (Alcides Arguedas) por su relevancia histórica y análisis crítico en clases; Felipe Delgado (Jaime Sáenz) por su importancia en la narrativa urbana; Los deshabitados (Marcelo Quiroga Santa Cruz) por la combinación entre política y fantasía; además de novelas y recopilaciones de relatos de Edmundo Paz Soldán, Rodrigo Hasbún y Liliana Colanzi, habituales en anaqueles, críticas y círculos de lectura. También se destacan antologías actuales de relato y poesía que ponen en foco a nuevas voces.
El panorama actual muestra un consumo diversificado: redescubrimiento de obras clásicas y popularización de la narrativa breve contemporánea. En los meses venideros, las ferias del libro y los programas para estimular la lectura serán fundamentales para identificar qué autores están ganando popularidad y qué publicaciones se vuelven a lanzar. Ante la falta de datos públicos consolidados sobre ventas, préstamos en bibliotecas y lectura digital, el desafío consiste en desarrollar métricas comunes que faciliten la comparación de tendencias entre ciudades y plataformas.